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Kubrick: dualidad, contrapunto y síntesis


“S.K. avanza dando rodeos, quién sabe hacia dónde y aún menos por qué. […] La obra de S. K. podría considerarse, esquemáticamente, como una forma de dar respuestas distintas a lo inefable (lo que queda fuera de la explicación verbal).” (Frederic Raphael, 1999: 142)

¿Cuál es el “gran tema” Kubrick? En Full Metal Jacket, (1987) un soldado que pelea en la guerra de Vietman tiene en su casco un pin con el símbolo de la paz y una inscripción que dice “nacido para matar”. Cuando le preguntan qué significa esto contesta que es la “dualidad del hombre”. Las películas del director neoyorquino tienen muy en cuenta esta cuestión de la dualidad del hombre y no se preocupa por expresar algún juicio valo
rativo sobre este tema, sólo se limita a poner la máquina en funcionamiento y ver qué es lo que pasa. En el caso de 2001, Odisea en el espacio pone a este hombre, ni bueno ni malo, en los límites de su propia humanidad, en los límites de su propio universo.
Kubrick es un cineasta trascendente, filosófico y es capaz de expresar esta trascendencia desde el ámbito netamente formal. Todas sus películas son distintas pero
desde el procedimiento se reconcilian. Su materialidad cinematográfica es ideológica, es portadora de un discurso coherente que evoluciona hacia un lugar preciso. En su cine, una cáscara de realidad documental funciona como marco para otra cosa y el punto de vista rige el modo de pensar la realidad.
La mirada que filtra y modifica la realidad, es la misma que observa sin participar. Este equilibrio frágil entre verismo documental y construcción artificial; este contrapunto entre el ojo que filtra y distorsiona la realidad y el inmóvil observador omnisciente que
no toma partido; este contraste entre elementos intelectuales y la emocionalidad más pura y abstracta materializada en la música; este recorrido desde el origen ancestral más precario y rústico a la emancipación de un ser sobrehumano; este es el gran tema de Stanley Kubrick y su máxima expresión, 2001, odisea en el espacio: “la dualidad
del hombre”. Una construcción en contrapunto que permite la convivencia de los opuestos. Ni pacífico, ni bélico: ambos me son propios (lo expreso en primera persona porque es la forma adecuada de asumir esta contradicción).
De la experiencia formal del contrapunto entre opuestos complementarios surge la epifanía; la revelación de lo real verdadero; lo indecible de esa misma contradicción que nos provoca extrañamiento, incomodidad, perturbación y angustia, pero también nos seduce y emociona. En la experiencia de extrañamiento, lo cotidiano se vuelve ajeno y nos reconocemos en lo trascendente, entramos en contacto con lo inefable: un estado de sublimación pura (Bachelard, 1998). En palabras más simples todo parece muy “real”, muy
verosímil, y sin embargo hay algo latente que enrarece el aire; algo más real que el realismo: “lo real trascendente”, lo indecible. Esa es la atmósfera enrarecida que se respira en los films de K.
Hal: Una maquina más humana que un humano.
David: un humano más mecánico que la máquina.

La síntesis es la dualidad, no la suma de las partes sino la totalidad: lo perfectamente imperfecto.

Bibliografía
Bacherlard, G (1998): La Poética del Espacio. México: Fondo de Cultura Económica.
Raphael, F. (1999): Aquí Kubrick. Barcelona: Mondadori.