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Irrational Man: Crímen y castigo

por  Leandro González de León, para Güarnin



Pese a su longevidad, Woody Allen ha recuperado el interés del gran público y de la crítica en los últimos años. Su obra n°46, Hombre Irracional, es una historia sobre el dilema ético del homicidio, un tema que ya trató en Crímenes & pecados (1989) y Match Point (2005). 

En todas ellas, los personajes encuentran buenas razones para matar y deben enfrentar las consecuencias. El particular enfoque de las otras dos películas es que no pasa nada. Después de la muerte del otro, hay vida. Dejando libres de culpa a los asesinos, Woody rompe con la creencia hollywoodense de la causa-consecuencia y con la creencia judeo-cristiana del pecado y el castigo. Un mundo sin castigo es un mundo sin Dios.

A diferencia de sus antecesoras, el Hombre Irracional fracasa (no diremos cómo) y no puede evitar el castigo. Esto puede sugerirnos que, viendo cercana la muerte, Woody Allen se ha vuelto respetuoso del orden divino y que la irreverencia del ateo necesita la vitalidad de la juventud.

Pero arrojamos otra lectura. En Match Point y Crímenes & Pecados los protagonistas matan por razones mundanas: alcanzar una posición social y mantenerla; son personajes conservadores y pragmáticos. En Hombre Irracional, el asesino es un profesor de filosofía que mata por razones existenciales, porque necesita realizar un acto trascendente. El homicidio puede llevar al éxito al empresario, pero le depara el fracaso al intelectual, que pretende transgredir no solo la ley, sino el orden social.